www.conozcabuenosaires.com.ar


Jorge Ríspoli, inventor del coche fúnebre azul

Dentro del Patrimonio de la ciudad, los cementerios tienen un valor importantísimo, por su riqueza histórica, su arquitectura, simbología y arte que atesoran. También es interesante conocer cómo han ido cambiando las costumbres funerarias a través del tiempo.

Los pasos previos antes de llegar a la última morada son una serie de costumbres y rituales que merecen ser mencionados, para poder entender un poco más algunos conceptos en los cuales no se piensa habitualmente y sin embargo están presentes en todas las culturas, de maneras diferentes y es interesante conocerlos, porque en definitiva, la muerte también forma parte de la vida.

Para desentrañar algunos detalles que desconocíamos y con el objeto de poder compartir estas inquietudes con todos aquellos que se interesen por el tema, hemos entrevistado al señor Jorge Rispoli, quien fue gerente, durante 34 años, de una de las cocherías más importantes de la ciudad de Buenos Aires.

El señor Juan Perisse, vasco francés (bisabuelo de Jorge), llegó a nuestro país en las primeras décadas del siglo XIX y fue el fundador de la empresa Juan Perisse e Hijos en 1883. Posteriormente, al fallecer, continuó con uno de sus hijos, también llamado Juan y al morir un sobrino, Oscar Laffue, -de ahí la nueva razón social Perissé-Laffue -, se ocupó de la continuidad de la cochería hasta que en el año 1968 se hizo cargo Jorge, para quien no era fácil decir que trabajaba de funebrero.

Nos contó graciosas anécdotas de su juventud, cuando iba a bailar y las chicas le preguntaban de qué se ocupaba. Con el tiempo y sintiéndose orgulloso de seguir con esa tradición familiar, respondía con naturalidad "soy funebrero".

La charla, acerca de este tema que nadie quiere tocar, siguió en un clima muy agradable, y casi sin preguntar, nos fue dando claros conceptos.

Las cocherías se llamaban así porque en aquellos tiempos prácticamente no había autos y se alquilaban estos coches tirados por caballos para paseos y también para los servicios fúnebres, como coches de acompañamiento.
En la década del 60 existían 90 cocherías y en los años 80, ya eran alrededor de 300.
La empresa tenía 4 carruajes fúnebres de gran tamaño, 4 carrozas para trasportar las flores y 6 Landó (foto), con capacidad para 4 personas.

La cochería, que aún existe, aunque en manos de otros dueños, está situada en la avenida Entre Ríos e Independencia. Tiene 35 metros de frente por 60 de fondo.
Contaba con oficinas, un velatorio y las caballerizas que en aquel momento se las llamaba "pesebres", eran 50 boxes donde se guardaban los caballos Orlov, de color negro.
Los caballos Orlov (a) fueron una raza creada por los rusos. De pelaje negro, cruza de Hackney (b), que le da el movimiento elegante a las patas delanteras, la cabeza del árabe y otras razas que dieron como resultado este esbelto y elegante animal.

Era una tradición que la empresa no cobrara el sepelio de los niños, ya que sentían que no podían lucrar con la muerte de una criatura.

Los empleados eran capacitados para atender a los deudos con el respeto y cuidado que requiere una situación tan conmocionante como es la muerte de un familiar.
Los ataúdes se fabrican en su mayoría en el gran Buenos Aires y las calidades de los mismos radica en el estacionamiento de la madera, ya que los que se ubican en bóvedas, sufren mucho la amplitud térmica que se da entre el frío de la mañana y el calor de la tarde.
Si la madera no es buena, al contraerse y dilatarse por estos efectos, hacen que no resistan lo suficiente.

Las cajas metálicas que van adentro de las de madera (en los ataúdes que van a nichos o bóvedas) deben ser de chapa de hierro galvanizado del 24 (indica espesor) revestida por dentro con pintura asfáltica o plástica, por reglamentación municipal, para que no se produzcan picaduras y pérdidas posteriores.

Estos féretros suelen tener en las tapas, una válvula o a veces dos, para neutralizar los gases que despiden los cuerpos sin vida. Llevan un litro de formol diluido, los gases ingresan y al pasar por el formol salen neutralizados evitando olores desagradables.
Un secretito: para neutralizar el olor de un cadáver que es velado durante varias horas, se le coloca café recién molido en el féretro, ya que tiene gran poder de absorción de aromas.

Consultamos al señor Rispoli acerca de la catalepsia y nos respondió que no hubo ningún caso comprobado de personas que fueran sepultadas en estado cataléptico.

Inventor de los coches fúnebres azules

En la década del 70, la embajada de Estados Unidos vendía 5 camionetas rurales de la marca Chevrolet, de 9 asientos, con muy pocos kilómetros y dos años de antigüedad.
A quien comprara las 5 se le hacía mejor precio y después de acordarlo en familia, Jorge decidió adquirirlas y destinar 2 para coche fúnebre y 3 para llevar flores.

Las camionetas eran de color azul oscuro y Jorge pensó: "por qué no dejarlas de ese color y modernizar nuestro servicio con esta innovación", por lo cual, decidió probar y ver si este nuevo servicio tenía aceptación.
El color negro estaba más asociado con la muerte y el luto.

El tema era que los remises que transportaban a los deudos seguían siendo negros, entonces ofreció a los remiseros pintar sus autos de ese mismo tono, garantizándoles trabajar exclusivamente para su empresa, con la condición de que si este servicio no funcionaba, la empresa se haría cargo de volver a pintarlos de negro.

Los vehículos de la marca Ford Fairlane fueron pintados de azul y se comenzó a ofrecer este servicio más moderno, teniendo gran aceptación.

El dueño de otra importante cochería, amigo del señor Rispoli, consideró que era una locura esta innovación, pero después de ver los resultados, fue el segundo en adoptar ese color.

Agradecemos muchísimo el invalorable aporte de Jorge, quien aceptó con toda generosidad compartir con nosotros sus conocimientos y su experiencia de vida.

Susana Espósito
 

Volver a Página Principal de www.conozcabuenosaires.com.ar