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Quién dijo que todo está perdido?

Lamentablemente, las situaciones que vivimos a diario, nos hacen ver que más allá de los problemas que todos tenemos, aquellos que brindamos algún servicio al público, deberíamos hacerlo con mejor predisposición y sin embargo, la mayoría de las veces, esto no ocurre, somos víctimas de malos tratos y lo que es más terrible, por servicios que pagamos.

Es sabido que gran cantidad de quejas son hacia los colectiveros y muchísimas veces, con justa razón: cuando están retrasados no paran, cuando paran (muchos) lo hacen a dos metros del cordón, poniendo en riesgo la vida del pasajero, tienen poca paciencia con las personas de capacidades diferentes, etc, etc.

Sin embargo, también es sabido que todos estamos mejor predispuestos a las quejas que a los reconocimientos y no me parece justo.

El día viernes 13 de junio, subí a un colectivo de la línea 95, Interno 38, a las 16.30 aproximadamente, en Rivadavia y Pasteur. El chofer preguntaba a los pasajeros hasta dónde iban e indicaba el valor del boleto, observó que todos hubieran subido para cerrar la puerta y al sentarme, observé durante el trayecto hasta Av. Las Heras y Av. Pueyrredón (donde descendí), con qué respeto y amabilidad se dirigía a cada pasajero. Les indicaba que miraran bien antes de descender o les pedía que aguardaran hasta arrimar al cordón.

Increíble!!!! Pero cierto, tan cierto que dos paradas antes de bajar, me acerqué y le pregunté si podía decirme su nombre. Inmediatamente me respondió y antes de que yo aclarara el por qué de mi pregunta, un tanto preocupado, me dijo:
"Por favor, podría decirme por qué me pregunta mi nombre?"
A lo que respondí:
Primero, para felicitarlo porque es un ejemplo. Correcto, educado, amable y por esa razón, quiero informar a la Empresa para la que trabaja, acerca de esto.

Inmediatamente, algunos pasajeros que escucharon la charla, se sumaron a dar una opinión coincidente con la mía.

Con gran humildad y sorprendido, el chofer agradeció y dijo que "simplemente es lo que corresponde hacer" y me agradeció, porque la mayoría de las veces, sufren denuncias por cosas mínimas (aunque reconozco que algunas de esas veces, son muy justificadas).

Desde mi lugar de ciudadana, consideré que es justo resaltar lo bueno, incluso pensé:
Tantas veces declaran ilustres a personas que tal vez hacen bien lo suyo, pero no son relevantes y por qué no, declarar “Colectivero del año” o hacer una mención o reconocimiento a personas como este joven, Robertino Baselio, que maneja el interno 53 de la línea 95 (ese día manejaba el interno 38), todos los días, para llevarnos a nuestros lugares de trabajo o a casa y aunque seguramente, también tenga sus problemas, hace nuestro traslado más agradable y nos deja la satisfacción de darnos cuenta que “no todo está perdido”.

Ojalá muchos sigan su ejemplo, que imiten su buen desempeño y su hombría de bien.

Texto: Susana Espósito
Fecha de publicación 13/06/08

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