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CARLOS GARDEL Y EL ALMA QUE CANTA
Cada noche, cuando la luna aparezca y las estrellas,
reflectores de un teatro imaginario, iluminen tu silueta
la calle Corrientes, tu abasto, escucharán la magia de tu voz.
El Mercado abrirá sus gigantescas puertas,
recibiendo con místico encanto,
los Angeles del Café, de Rivadavia y Rincón.
Vendrán a saludarte con ellos, cada músico, cada poeta,
cada alucinado porteño, que vibre con tu voz.
Así, noche a noche homenajearán tu nombre,
hasta que Rosicler en el porteño cielo indique,
que el alba ya llegó.
Se aquietarán entonces los fantasmas del recuerdo,
se despertará Buenos Aires, pasará el caminante a tu lado,
ensimismado en su cotidiano proyecto turbador.
Más luego, se acercará sigilosa la noche, otra vez,
se iluminará el cielo, el bronce dejará su mudez,
cantará para su pueblo, Carlos Gardel.
A lo lejos, entre el humo del recuerdo,
pisando el umbral del café de Boedo y San Juan
se escuchará un canilla voceando,
¡salió el Alma que Canta!
con las letras del Zorzal.
Carlitos, con una sonrisa
estirando su brazo, pedirá al juglar callejero,
de la esperada tirada, un ejemplar.
Ana María Torres Buchieri
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