Negros en Buenos AiresPor primera vez en más de cien años se realizará este mes un censo de argentinos descendientes de africanos, organizado por una universidad estatal, con el apoyo del Indec.Estiman que entre el 4% y el 6% de la población es descendiente de africanos. Este proyecto servirá para conocer las cifras reales y saber cuál es la percepción que tienen de sí mismos los afrodescendientes y en qué condiciones socioeconómicas viven. Un equipo de 25 personas realizarán la encuesta durante todo el mes de abril, desde el miércoles próximo. A cada familia irá un encuestador con un cuestionario similar al del Censo Nacional. El ingreso sistemático de africanos al puerto de Buenos Aires comenzó poco después de 1580, a causa de las necesidades de mano de obra y la casi inexistencia de indios. La mayoría provenían de la costa occidental africana (Senegal, Gambia, Sierra Leona, Ghana, Guinea, Angola). Víctimas del hacinamiento, el hambre, la pestilencia, la tortura, el dolor y el pánico, muchos murieron en el barco durante la penosa travesía que duraba dos meses. Los que sobrevivían, llegaban enfermos o heridos, lo que representaba una mala inversión para los mercaderes y eran lanzados al mar. Los demás, una vez llegados a destino, solían ser cebados o incluso drogados para que lucieran lo más saludable posible. Luego se los marcaba con hierro candente en la frente o en la espalda -con un instrumento que tenía el nombre africano de carimba. Los censos estimaban ya en 1778 que, sobre un total de 24.205 habitantes, había 3.153 mulatos y 4.115 negros. Ellos eran la parte estable que la ciudad necesitaba, de los esclavos que el puerto -uno de los principales de América- había recibido.
En 1810, los negros eran el 33% de las 44.000 personas que habitaban Buenos Aires.
Ante la pregunta acerca de qué ocurrió con los negros en Buenos Aires, la interpretación más tradicional de un grupo de historiadores señala que los varones cayeron en las batallas contra el indio o peleando en las guerras contra Brasil o Paraguay. Muchos, además, murieron en las sucesivas epidemias de fiebre amarilla hacia fines del 1800, ya que sus malas condiciones de vida los hacían víctimas fáciles de la enfermedad.
Susana Espósito
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