Preocupación de la Iglesia: Cada vez hay menos fieles
En un conocido periódico matutino se publicó una nota acerca de la preocupación de la iglesia, por la disminución de fieles.
Cómo dijo Jesús, tener fe es creer en lo que no se ve.
Soy católica, tengo fe y mucho para agradecer a la vida. He pasado buenos y malos momentos como toda persona, porque eso es la vida misma, pero también entiendo que determinadas situaciones provocan la pérdida de la fe, sobre todo en aquellos que se sienten más golpeados, marginados, sin las mismas oportunidades.
Por otro lado, según algunas reflexiones expuestas en la mencionada nota, me llamó la atención la siguiente:
"¿tienen los católicos argentinos conductas significativamente diferentes de los demás en materia de castidad prematrimonial, uso de anticonceptivos, abortos, abusos sexuales, divorcios, peculados, corrupción de funcionarios públicos, empleo en negro, evasión impositiva, falsas declaraciones juradas, por mencionar sólo algunas cuestiones que ocupan la atención pública?"....
Si bien estoy de acuerdo, en algunos de esos cuestionamientos, me siento con el derecho de hacer algunas apreciaciones:
Trabajando en turismo, además de mi labor periodística, he tenido oportunidad de llevar grupos a todos los barrios de Buenos Aires, para apreciar la identidad de los mismos, su arquitectura, sus historias y por supuesto, la fe religiosa, presente en sus iglesias.
En cierta oportunidad, he llevado a un grupo de ciegos a visitar una de las iglesias de Buenos Aires, en un horario en el que no se estaba celebrando misa. Luego de dar las explicaciones sobre dicho templo afuera del mismo, aún lloviznando, acompañé al grupo respetuosamente y en silencio (ante la prohibición de hablar en el interior), y al pasar delante de uno de los altares, una persona del grupo me preguntó cuál era ese altar y en tono bajo, respondí.
Inmediatamente, se acercó una empleada de la iglesia y nos hizo salir, provocando la indignación del grupo, ya que ellos no podían ver y ni siquiera se tuvo en cuenta esta situación especial, eran personas ciegas, que habían llegado a Buenos Aires desde diferentes países de Europa.
Sentí gran impotencia y vergüenza ajena, de semejante actitud y falta de respeto.
Antes de esta situación vivida, habíamos solicitado una cita personal con el párroco para solicitar autorización para ingresar con grupos y nunca respondió a la misma, hasta que finalmente, un día lo encontramos saliendo de la iglesia y nos acercamos respetuosamente para hablar con él, teniendo como toda respuesta que la iglesia no era un museo y que en tal caso, habláramos con el encargado del patrimonio de la misma, que era la persona indicada para eso.
Este señor, muy irrespetuoso, nos llamó por teléfono y en tono amenazante nos prohibió el ingreso a la basílica.
Yo me pregunto: si la iglesia no es un museo, por qué es utilizada como sala de conciertos?
A una persona que se acerca a rezar, le molesta más una orquesta o que pase un grupo hablando en tono bajo y respetuoso?
Si no es un museo, por qué la iglesia realiza la visita de los claustros y cobra una entrada?
No quisiera creer en una frase que escuché muchas veces acerca de los curas: "Haz lo que digo y no lo que hago".
Esa es la manera de atraer fieles o de espantarlos?
Las puertas de la casa de Dios, están abiertas para todo el mundo, o solo para los benefactores de la misma?
El patrimonio de la iglesia, de qué sirve, sino para seguir inspirando la fe representada en sus imágenes y símbolos?
Antiguamente, para evangelizar (en aquellos tiempos de gran analfabetismo) se utilizaban las imágenes, vitrales, etc, para descubrir en ellos la palabra y el mensaje de Cristo.
Entiendo, que actualmente, deberían seguir sirviendo para inspirar fe, devoción y ver en ellas, a los santos a quienes poder rezarles, pedirles y agradecerles por las gracias recibidas.
Una visita guiada también sirve para crear conciencia del respeto y cuidado de las iglesias, para hacer sentir la fe religiosa presente en cada una de ellas, más allá de la religión que profesen, para generar ese sentido de pertenencia que nos permita sentir en la casa de Dios como en nuestra propia casa.
Con esa actitud, lo único que quedó demostrado es que si no predicamos con el ejemplo, no podremos obtener buenos resultados y mucho menos criticar las actitudes de los demás, que a veces son generadas por ese accionar. Si echamos a nuestros hijos de casa, sin motivo alguno, no creo que deseen volver. Entiendo que de esa manera, habrá muchas ovejas perdidas.
Coartar además la libertad de trabajo también es grave, no le parece Sr. Párroco?
Todos necesitamos trabajar para vivir y para no caer en la corrupción que tanto critican.
El trabajo dignifica.
No quisiera finalizar la nota, sin antes decir que en lo que sí estoy de acuerdo es en otro párrafo que apareció en ese matutino, donde el director de Prensa del Arzobispado de Buenos Aires dice:
Quizás este panorama puede parecer un tanto sombrío, si no desesperanzador, pero puede servir también para reavivar la conciencia de todo bautizado que, por serlo, forma parte del Pueblo de Dios. Por lo tanto, tiene el papel profético de anunciar la Palabra tanto como el sacerdote. No son los pastores evangélicos los que van de puerta en puerta; son laicos que anuncian aquello que les ha servido para sus vidas. Cualquiera que quiera formarse puede hacer lo mismo.
El tema es "Que nos permitan hacerlo"
No hace falta ser sacerdote para dar una palabra de aliento, infundir fe, predicar con el ejemplo, ser solidario. Somos muchos los creyentes que desde nuestro humilde lugar podemos hacer eso y mucho más. Solo hace falta ser buen ser humano y realmente tener fe en lo que no vemos, porque a veces lo que vemos desilusiona bastante!
Susana Espósito
|