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Caminito
De apenas 100 metros de longitud, es peatonal y de ella se pueden decir tantas cosas, que merece un capítulo aparte.
Es un Museo al aire libre, una calle tan pequeña como particular, en la que no hay puertas. Hay algunas ventanas, algún balcón lleno de plantas y de ropas colgadas para secar al sol. Sus paredes pintadas de diferentes colores nos recuerdan a Venecia. En ellas hay todo tipo de murales, cerámicas y distintos adornos.
Al principio era simplemente un ramal del Ferrocarril, llena de tierra, yuyales y piedras. Al lugar se lo llamaba -la curva-, la que luego se convirtió en un caminito o pasaje que acortaba distancias.
Texto: Susana Espósito Foto: Luis Leoz
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