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    Cuidar la salud, entre el altruismo y un buen negocio

    Mucho se ha hablado sobre el tema vacunas contra el Covid-19; qué marcas son mejores, más confiables, quiénes las reciben primero, quiénes pueden o no dárselas, el vacunatorio VIP, los negociados, el robo de dosis, etc. Lo cierto es que algo que los gobiernos deberían tratar de manera altruista, parece que lo convierten en un buen negocio.

    fundacion respirarPromesas incumplidas, negociaciones, culpas que siempre son ajenas y la realidad es que a más de un año del inicio de la pandemia, se recibió una cantidad de vacunas muy inferior a la que se había prometido. La última actualización de datos, aportados por el Ministerio de Salud de la Nación, al lunes 10 de mayo, indica que hasta ahora se aplicaron 9.122.759 vacunas en total. Con una dosis, 7.718.272 y vacunados con las dos dosis, 1.404.487.

    Como si fuese poco, surgen otras trabas que resultan inquietantes, entre ellas el uso del ibuprofeno inhalatorio que aún no fue autorizado por la ANMAT , aún sabiendo que en algunos casos ha sido usado con muy buenos resultados y se han recuperado varios pacientes que cursaron la enfermedad.

    El doctor Gustavo Villar, de 51 años, se ha curado de COVID-19 y logró recuperar a sus padres con su tratamiento y pide que sea aprobado con urgencia. Solicita que se le permita nebulizar a los pacientes internados.

    El médico habló con varios medios y contó que experimentó dicho tratamiento en carne propia y en la de sus padres con patologías preexistentes y además, atiende a cientos de pacientes que lo contactan a través de la Fundación Respirar -entidad benéfica que dirige Alexis Doreski- para ser tratados de manera gratuita con nebulizaciones de ibuprofeno inhalado. Sin embargo, a pesar de los buenos resultados que se obtienen, todavía está a la espera de que las autoridades sanitarias lo aprueben.

    El año pasado, se aisló durante 10 días ya que presentó síntomas leves compatibles con la enfermedad. Pero hace dos semanas, le empezaron a doler las piernas y la cabeza mientras atendía a sus pacientes. Pensó que el dolor muscular se debería a que había estado haciendo esfuerzo físico pero, cuando se midió la saturación, el valor estaba muy por debajo de lo normal: tenía 91, cuando lo normal es 98 o más. Automáticamente, se dio cuenta de que se había contagiado y fue el momento preciso para aplicarse el tratamiento que a diario le brinda a sus pacientes.

    “Ese domingo, había hecho esfuerzo físico y venía durmiendo mal, porque mi teléfono explota a toda hora porque los pacientes que llaman por el tratamiento. Ese martes, tuve dolor de cabeza y mialgias, así que me saturé y estaba en 91. Me quedé aislado, me nebulicé y me recuperé. Me di cuenta del cuadro al cuarto día de evolución y, con esa saturación tan baja, no hacía falta hacerme una tomografía porque era obvio que estaba con una neumonía instalada”.

    “La misma noche que me di cuenta de que estaba contagiado, me hice cuatro nebulizaciones con ibuprofeno y mi saturación subió a 96. Justamente, a la noche es cuando el cortisol plasmático baja y los pacientes empeoran. El resto de los días saturé entre 94 y 95, me nebulicé durante 6 días y me recuperé. Ahora, sigo con tratamiento preventivo y me hago una nebulización diaria para terminar de desinflamar el pulmón. Por eso, el ibuprofeno inhalatorio también puede usarse para la recuperación del tejido pulmonar en aquellos pacientes que han superado el COVID-10, pero han quedado con los pulmones con fibrosis, que es una de las principales secuelas de esta enfermedad”, explicó.

    Una de las complicaciones más temidas por COVID-19 son las cardiológicas. Al principio del cuadro, Gustavo desarrolló una miocarditis, pero con la medicación oral que se suministró la pudo controlar. Dijo que nunca sintió miedo y que confío en el tratamiento porque lo uso a diario, incluso en pacientes añosos. “Nebulicé a pacientes de 92 años con neumonía por COVID-19 y hoy están bien”, indicó.

    El doctor Villar dejó su anterior trabajo por convicción propia y hoy integra la Fundación Respirar, donde apoya el proyecto de ibuprofeno nebulizable, un tratamiento pendiente de aprobación por la ANMAT y que mostró buenos resultados en los más de 10 mil pacientes que ya la recibieron. La persona es tratada en su domicilio y se aplica para normalizar la saturación del oxígeno en sangre.

    El médico lucha porque las autoridades le presten atención al tratamiento que propone, ya que sostiene que puede cambiar la historia de la pandemia porque es fácil de aplicar, cualquier persona lo puede usar en su casa y es gratuito. Equivale a la atención primaria de la salud y, así, el sistema sanitario podría descomprimirse porque el paciente se puede nebulizar en su domicilio, sin la necesidad de estar internado.

    "Tenemos algo en la mano que puede ser una herramienta invaluable y lo vimos en todas las provincias que lo usaron. Es un producto que puede cambiar la historia de la pandemia. Estoy muy convencido porque, además de usarlo con los pacientes, lo usé conmigo, con mis padres y con mis amigos”, afirmó.

    A pesar de que un paciente internado pueda expresar su deseo de recibir el tratamiento o, en el caso de que la persona se encuentre conectada a un respirador y sus familiares se presenten con el consentimiento informado, no hay manera posible de que el profesional pueda ingresar a los hospitales para hacer las nebulizaciones, mientras no se apruebe su uso.

    “El paciente tiene que ser diagnosticado lo más pronto posible, para hacer un tratamiento rápido y que pueda ser ambulatorio en la casa. Ese es el gran error de la pandemia: no hay nada para hacer en el domicilio. Pero nos dicen que si no hay evidencia científica del tratamiento, nosotros no podemos hacer nada... Entonces, ¿solo hay que esperar en la puerta del hospital a que llegue la gente contagiada? No puedo creer que muchos de mis colegas piensen que, es peor nebulizar a un paciente, que dejarlo morir”, sostuvo.

    “Muy pocas provincias han firmado el uso compasivo ampliado de este tratamiento. Para momentos esenciales, se necesitan medidas espectaculares. Hay que hacer algo rápido: o nos demuestran que ésto no sirve, o nos dicen que lo hagamos. Pero mientras tanto, la gente se muere en los hospitales. Los muertos no tienen dosis tóxicas: si están preocupados por lo mal que les puede hacer un fármaco, primero deberían ocuparse de que el paciente no se muera”, finalizó Gustavo Villar.


    Susana Espósito - Noticia publicada el: Lunes 10/05/21 - (Cantidad de caracteres: 6403)




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