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    El respirador, un invento tan apreciado en tiempos de pandemia

    Durante la pandemia de coronavirus de 2019-2020 (COVID-19) y su extensión a prácticamente todos los países del mundo, se produjo una escasez de respiradores, ante la afluencia masiva de enfermos con insuficiencia respiratoria y neumonías a los hospitales y a las unidades de cuidados intensivos que requerían su uso. Se convirtieron en algo fundamental para poder salvar vidas.

    Respirador artificialEl simple hecho de respirar resulta fundamental para la vida, pero este hecho puede verse interrumpido de múltiples formas. No obstante, el cese de la respiración no siempre va unido a un fatal desenlace para el paciente, gracias a la capacidad de generar una respiración artificial. En su intento de supervivencia, la humanidad ha ido aunando esfuerzos por preservar la función respiratoria, desde el antiguo Egipto hasta la actualidad.

    La historia del actual respirador, tan apreciado en estos tiempos de pandemia, comenzó en Egipto, según antiguas referencias, cuando la diosa Isis intentó resucitar a Osiris, empujando con sus alas aire hacia su interior.

    La Biblia también narra versos en los que atribuye propiedades curativas o favorecedoras de vida al aire, como en el libro del Génesis: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente…” (Génesis 2:7); o en los Salmos: “Cuando les quitas el aliento mueren y vuelven al polvo…” (Salmos 104:29).

    En el año 175 d. C. el estudio de la respiración tomó un impulso importante con los estudios de Galeno, quien objetivó la importancia de mantener una respiración artificial para evitar el colapso de los pulmones en las toracotomías que realizaba a los animales, reflejándolo en su libro Procedimientos de anatomía.

    Posteriormente, en el Renacimiento, la ciencia recobra un fuerte impulso, siendo las enseñanzas de Paracelso y Vesalio fundamentales para el desarrollo de la respiración artificial.

    Entre los años 1493 y 1541 Paracelso realizó numerosos experimentos al reanimar a un paciente colocando un tubo en la boca de éste e insuflándole aire a través de un fuelle.

    En el año 1543 d. C. Vesalio describió lo que actualmente se entiende como ventilación mecánica.

    En 1744 es documentado el primer caso en el que se aplica la respiración boca a boca, realizado por Tossach, quien explicó la técnica que se le aplicó a un minero para salvarle la vida.

    El descubrimiento y estudio de los gases en 1754 fue muy importante para el desarrollo de la respiración artificial. Fueron Black, Priestley, Lavoisier y Scheele quienes aportaron documentación sobre el dióxido de carbono y el oxígeno, que sentó las bases para empezar a pensar en la construcción de los primeros artilugios de ventilación mecánica o respiradores.

    El primer respirador a presión negativa fue producido en 1832 por el médico escocés, John Dalziel. Su creación consistió en una caja en la que se introducía el paciente, quien quedaba asomando solamente cabeza y cuello y de una forma mecánica se producía una presión negativa intermitente en el interior de este cilindro, que proporcionaba un soporte ventilatorio. Esta presión produce la expansión del tórax, generando presión negativa en el alvéolo y, por tanto, flujo aéreo. Durante la espiración cesa la presión subatmosférica, produciéndose la salida del aire desde los alvéolos, de modo pasivo.

    En 1864, el estadounidense Alfred E. Jones patentó el primer “tank respirator” en América. El modelo era muy parecido al descrito por Dalziel. Una década más tarde, Eugène Woillez (1811-1882), médico francés, construyó un pulmón artificial al que llamó “Spirophore”, presentándolo en París en 1876.

    En 1880 se diseñó por Macewen el primer tubo endotraqueal, y en 1895 el Dr. Chevalier inventó el laringoscopio; ambos artilugios resultaron imprescindibles para la ventilación mecánica desde entonces hasta nuestros tiempos.

    En 1911, Dräger ya había creado un dispositivo de ventilación a presión positiva, que fue conocido como el Pulmotor, éste utilizaba un cilindro de oxígeno o aire comprimido como fuente de energía para su funcionamiento y entregaba una mezcla de estos gases y de aire ambiente al paciente, a través de una mascarilla nasobucal.

    Con el perfeccionamiento de los respiradores, cada vez eran más las afecciones que se podían beneficiar con su uso y más las unidades de cuidados intensivos que se abrían en los distintos hospitales y países.

    La ventilación mecánica invasiva (VMI) constituye una importante herramienta en el tratamiento de los pacientes en situación de insuficiencia respiratoria. Es utilizada hasta en un 30-50 % de los casos de insuficiencia respiratoria aguda relacionada con urgencias médicas y quirúrgicas que surgen en las unidades de cuidados intensivos. Tal utilidad la convierte en uno de los principales métodos de soporte de las funciones respiratorias y cardíacas; sin embargo, su aplicación no está exenta de riesgos ni de efectos potencialmente letales.

    El respirador o ventilador actual opera automáticamente, introduciendo y extrayendo el aire de los pulmones con el fin de suplir la ventilación pulmonar espontánea.

    Este es el largo recorrido de perfeccionamiento de este invento que posibilitó salvar tantas vidas y hoy más que nunca es tan requerido por la pandemia que azota al mundo.


    Susana Espósito - Noticia publicada el: Lunes 26/04/21 - (Cantidad de caracteres: 5324)




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