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    Primera abogada de Argentina
    y defensora de los derechos de la mujer

    En los tiempos que corren, cuando se habla tanto de las feministas, el "matriarcado", los colectivos que defienden los derechos de la mujer (generalmente los de aquellas que les interesan) y el empoderamiento femenino, es probable que la gran mayoría de quienes se embanderan como defensoras de estos y otros derechos, no sepan quien fue María Angélica Barreda y por eso, es importante recordarla y que tomen conocimiento acerca de defender los derechos de las féminas.

    Maria Angelica BarredaMaría Angélica había nacido el 16 de mayo de 1887 en La Plata, donde se recibió cuando tenía 23 años recién cumplidos, convirtiéndose en la primera abogada del país, que además luchó por los derechos de la mujer. Hoy se cumplen 135 años de su natalicio.

    Era hija de Alberto Barreda Hernández, profesor de gimnasia y esgrima y de Rita Fernández de Barreda, que siendo viuda hizo grandes sacrificios para que su hija pudiera estudiar. María Angélica vivió con su madre y sus hermanas, en la calle 45 número 541.

    Estudió en la escuela normal, con la dirección de Mary Olstine Graham, quien había llegado al país desde Boston, convocada por Domingo F. Sarmiento. Mary O’Graham (1842-1903) que no llegó a ver graduada a su ex alumna. Primero quiso ser médica, pero carecía de medios para vivir en Buenos Aires, por eso se inscribió en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, donde se ha dicho que sufrió la desestima de algunos compañeros y profesores (Carlos Octavio Bunge, Agustín Alvarez, Ernesto Quesada).

    Terminó su aprendizaje en la Universidad Nacional de La Plata, el 21 de diciembre de 1909 y concluían con ella sus estudios Julio J. Aramburu, César Díaz Cisneros, Enrique Gil y Ernesto Larrain.

    Retiró su diploma (firmado por Joaquín V. González y Rodolfo Rivarola), de manos del Presidente de la UNPL en la misma sala de la Presidencia, el 28 de diciembre de 1909.

    Obtuvo la inscripción en la matrícula nacional, jurando en la Capital de la República el 19 de mayo de 1910 en el cabildo, como todos sus colegas de la época, en la misma sala en que se reunió la Junta de Mayo. Por las características propias de la sociedad porteña, el hecho se produjo en medio de general beneplácito. Pero no sucedió lo mismo en La Plata, su ciudad natal, pocos días después, cuando quiso matricularse, el 30 de mayo, en el orden provincial, cuando solicitó día y hora para jurar y ser inscripta en el libro de matrícula en la provincia de Buenos Aires.

    A principios del siglo XX aún existía mucha resistencia a que una mujer pudiera ser independiente y tener una carrera profesional. Fue en ese contexto que cuando recibió su diploma de abogada y quiso matricularse en la Provincia de Buenos Aires su solicitud fue rechazada. Así, María Angélica debió librar una larga batalla judicial para poder ejercer su profesión.

    Inicialmente no le dejaron ejercer como abogada debido a que pensaban que tenía una capitis deminutio, esto es, disminución de la capacidad por naturaleza, específicamente por ser mujer. Personas de autoridad se echaron en su contra; como el procurador general, Manuel F. Escobar, que emitió un dictamen a favor de que no se le admitiese su matriculación.

    Ella quería superar estas dificultades, pero en aquel tiempo no existía ninguna ley que la pudiese defender. Así invocó en defensa propia a la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, la cual garantiza la libertad de aprender sin discriminación según el género. La Suprema Corte, en un fallo dividido, acabó autorizando a María Angélica a matricularse y jurar como abogada, logrando el derecho que le correspondía y reclamaba.

    Resuelta la cuestión de manera favorable, en la misma fecha compareció María Angélica Barreda, prestó juramento de ley ante la Suprema Corte de Justicia y se le inscribió en la matrícula de abogados de la Provincia. También retiró el diploma, y el 25 de julio de 1910 se archivó el expediente, que no es más que un pálido reflejo del interés que su caso despertó en la vida forense y en la sociedad.

    Cabe recordar que el periodismo más leído apoyó constantemente la pretensión de Barreda. En plena contienda, en su número del 18 junio de 1910, la revista Caras y Caretas le dedicó un artículo pleno de simpatía, en donde se publicó su fotografía junto con la de su madre y en julio del mismo año, inmediatamente después de su inscripción en la matrícula provincial, la conocida revista PBT publicó con el título “Pro femineo sexu” un poema alusivo de Alejandro Martínez:

    Estáis, de enhorabuena, bellas lectoras
    ¡Ha llegado el imperio de las mujeres... Ya estáis habilitadas, ya sois doctoras en cuestión de derechos y deberes!
    ¡Un aplauso a la Ilustre jurisperita que con sus documentos archilegales consigue de la Corte, que se le permita ejercer sus funciones profesionales!
    Si hubiera sancionado fallo contrario se os hiciera el más grave de los insultos. El progreso lo pide y es necesario que tengamos mujeres jurisconsultos.
    Se explica que en los tiempos de gran retraso la mujer en la casa se recluyera; pero hoy es el absurdo y error más craso exigirle que viva de esa manera.
    Yo estoy al lado vuestro, bellas mujeres; no queráis encerraros en los hogares que sólo proporcionan rudos quehaceres dignos de las personas que son vulgares;
    triunfen en los comicios y en la tribuna entre todos los fueros, los femeninos; que no tienen los hombres razón ninguna para hacer monopolio de los destinos. ¡Adelante,
    señoras, el triunfo espera; no os importen las vanas murmuraciones...
    caiga el uso anticuado de la pollera y que la sustituyan los pantalones!
    Yo, por mi parte, os juro que me contento (con todos mis ribetes de caballero) si en cualquier modestito departamento me permitís que gane para el puchero.
    Por lo demás, sed juezas, sed magistradas, que os hagan diputadas y senadoras, y que griten, las gentes, entusiasmadas: “¡olé por el imperio de las señoras!”
    Y si aún venís con quejas, echando chispas, con más ansias de honores y de más galas... podéis pedir al Papa que os haga obispas ¡ó que os dé los capelos de cardenales!
    Solo os pido, por Cristo, que si os integra el poder absoluto la suerte, un día... no permitáis que pueda ninguna suegra ¡hacerse comisario de policía!

    Comenzó así la joven abogada una carrera de intenso ejercicio profesional, durante la cual, se ha dicho que llegó a atender más de 500 juicios. Fue traductora pública de cuatro idiomas (inglés, italiano, portugués y francés). Participó en la Asociación Universitarias Argentinas, fundada por Cecilia Grierson en 1910, y fue Jefa de Asuntos Legales de la Dirección General de Escuelas de la Provincia. Abandonó la profesión en 1952.

    Fue una incansable activista en la lucha por los derechos de la mujer. Justamente, una de sus frases más resonantes tiene que ver con esta reivindicación: “No se puede volver atrás para destruir una conquista. La mujer ha ganado su puesto y nadie puede estorbarle el paso”.

    Falleció en La Plata, el 21 de julio de 1963, a los 76 años, habiendo ejercido como abogada durante más de 40 años.

    Su nombre la puso en la Historia porque abrió el camino a otras mujeres al superar barreras discriminatorias que impedían el ejercicio de esa profesión.

    Fue una mujer que merece ser conocida, recordada y convertirla en referente para quienes en el presente dicen defender los derechos de la mujer y que aprendan a hacerlo bien.


    Susana Espósito - Noticia publicada el: Lunes 16/05/22 - (Cantidad de caracteres: 7401)
    Fuente consultada: Federación Argentina del Colegio de Abogados




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