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En Argentina solo el 45% de los alumnos alcanza la destreza lectora esperada
Los resultados de las evaluaciones nacionales evidencian una situación alarmante: una proporción significativa de estudiantes en Argentina concluye la educación primaria sin haber adquirido de manera adecuada las competencias básicas de lectura y escritura.
Según las Pruebas Aprender Primaria 2024, apenas el 45 % de los alumnos alcanza la destreza lectora esperada al finalizar el primer ciclo. Estas cifras ponen de relieve profundas brechas estructurales: solo el 40 % de quienes asisten a escuelas estatales logra el nivel previsto, frente al 62 % en el sector privado. Uno de cada tres estudiantes de gestión estatal se encuentra rezagado, mientras que en el sector privado esa proporción es la mitad. Además, entre los estudiantes de los sectores más vulnerables, el 44 % se encuentra retrasado, más del triple que en los estratos más favorecidos (12,6 %).
En el Informe de Argentinos por la Educación dice que en Argentina, el 46% de los alumnos de 3er grado de primaria se ubican en el nivel más bajo de lectura (nivel I), según la prueba regional ERCE. La cifra asciende al 61,5% entre los estudiantes del tercil de menor nivel socioeconómico, mientras que desciende al 26,3% entre los estudiantes del tercil de mayor nivel socioeconómico. Al leer textos adecuados a su edad, los alumnos en el nivel I no son capaces de localizar información o relaciones presentadas literalmente y realizar inferencias a partir de información sugerida, destacada o reiterada.
Estas disparidades fueron abordadas también en un reciente estudio de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, que elaboró un Indicador de Desigualdad Educativa a partir del seguimiento longitudinal de una cohorte completa de estudiantes (2011–2022) (Orlicki y Adrogué, 2024). El análisis no se limitó a observar resultados estáticos, sino que identificó la evolución de la brecha entre los estudiantes de mayor y menor nivel socio-económico a lo largo de toda la escolaridad obligatoria. El informe ofrece un dato categórico: en lugar de estrecharse con el tiempo, la brecha se agrava. Según sus conclusiones, en Lengua aproximadamente el 70 % de los alumnos menos vulnerables logra los aprendizajes mínimos en los tres momentos evaluados, mientras que los más desfavorecidos ven caer su porcentaje del 50 % en tercer grado al 34 % en sexto grado (ajustado por abandono). De este modo, la proporción de alumnos no vulnerables que alcanzan el nivel mínimo de lengua pasa de 1,40 por cada uno vulnerable en tercer grado a 2,07 en sexto año de secundaria, es decir, un incremento del 47 % en la brecha a lo largo de la trayec-toria escolar.
Estos datos sugieren que el sistema educativo argentino, lejos de funcionar como un igualador de oportunidades, está reproduciendo y en algunos tramos, amplificando las desigualdades de origen.
Este fenómeno no es exclusivo de la Argentina, pero tiene en nuestro país una expresión particularmente aguda por la falta de políticas sostenidas de alfabetización integral y por la debilidad de los mecanismos institucionales de seguimiento de los aprendizajes. En contextos donde el acceso al capital cultural y a prácticas lectoras familiares es limitado, el rol de la escuela como espacio alfabetizador se vuelve aún más crítico.
El diagnóstico es claro: no alcanzar niveles suficientes de comprensión lectora en los primeros años de escolaridad tiene efectos estructurales sobre todo el recorrido educativo posterior. Pero también lo es la oportunidad: intervenir decididamente desde la escuela, con estrategias claras, seguimiento pedagógico y compromiso institucional, puede cambiar radicalmente esa trayectoria.
La participación de las familias tiene un impacto positivo en el desarrollo de habilidades lectoras. El liderazgo escolar puede facilitar talleres, círculos de lectura, préstamos de libros y encuentros que fomenten el hábito lector en el hogar. Como señala el Informe de seguimiento de la educación en el mundo 2025: Edición regional sobre liderazgo en la educación. América Latina: Liderar para la democracia (UNESCO & OEI, 2025), “el involucramiento de las familias es un factor esencial para mejorar los aprendizajes de lectura y escritura en los primeros años de escolaridad”. Asimismo, investigaciones como las de Mendive, Wechsler y Segers (2020) respaldan la relevancia de esta colaboración institucional sostenida.
Estas prácticas no requieren soluciones espectaculares ni tecnologías sofisticadas, sino coherencia, continuidad y convicción. Donde el liderazgo pedagógico se ejerce con foco y acompañamiento real, la enseñanza mejora y los estudiantes aprenden más y mejor.
Leer bien no es simplemente comprender palabras; es comprender el mundo. La enseñanza de la lectoescritura es el cimiento de toda trayectoria escolar y sin ella, se compromete el desarrollo personal, la inclusión social y la ciudadanía plena.
En este sentido, la Argentina enfrenta hoy una oportunidad única: recuperar la enseñanza de la lectura y la escritura como causa común del sistema educativo. Las condiciones están dadas: contamos con diagnósticos claros, marcos conceptuales sólidos y experiencias escolares inspiradoras. Falta decisión institucional sostenida y liderazgo compartido para traducir esas ideas en acciones concretas.
No todas las casas tienen estantes llenos de libros, pero toda escuela puede convertirse en ese espacio simbólico donde cada alumno encuentre una llave para leer el mundo y narrar su propia vida.
El liderazgo educativo que asuma esta tarea no solo mejorará aprendizajes: restaurará horizontes, construirá sentido y multiplicará las oportunidades de una generación.
Allí donde hay un libro abierto, hay también una puerta que se entreabre hacia lo que todavía no somos, pero podríamos llegar a ser.
Susana Espósito - 5817 caracteres – Martes 17/06/25 - Fuente: Universidad Austral
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