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Interés Cultural
(Legislatura CABA 512/2004)
Durante el siglo XVII se excavaban pozos de una profundidad de seis a diez metros y de un metro de diámetro, que tenían en su boca un brocal, es decir, una pared pequeña rodeando el hueco, construida en ladrillos y posteriormente en el siglo XIX, de mármol tallado.
Los jesuitas fueron quienes comenzaron a construir los aljibes en el siglo XVII. Estas cámaras o cisternas subterráneas, recibían el agua de lluvia desde las terrazas o patios, mediante cañerías de hojalata o cerámica y a partir de 1860 por medio de caños de hierro o plomo.
Algunos aljibes tenían escaleras para poder bajar a limpiarlos y otros tenían un pozo de decantación, más pequeño, en el piso. Generalmente estaban en el centro del patio y el agua de los aljibes se utilizaba para beber y cocinar.
Ya hacia fines del siglo XIX, el tema de la provisión de agua y los desagües pluviales y cloacales fueron la gran preocupación de la población, que crecía a pasos agigantados y al llegar el primer ferrocarril, que necesitaba agua dulce para funcionar, sumado a las epidemias que diezmaban a la población, se resolvió entubar y hacer obras.
Actualmente se conservan muy pocos de ellos dado que en 1880 fueron prohibidos al extenderse la red de agua.
En este espacio queremos compartir algunas imágenes de aljibes que se conservan como testimonio de otros tiempos.
Texto y fotos: Susana Espósito
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