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El cementerio de Recoleta, uno de los tres más importantes del mundo, fue el primer cementerio público en la ciudad de Buenos Aires y abrió sus puertas por primera vez, el 19 de noviembre de 1822, por eso, el sábado pasado cumplió 189 años.
Debido a que antes de su apertura se sepultaba a las personas importantes en el interior de las iglesias, y a los ciudadanos comunes en el camposanto, en la parte posterior de las iglesias, ante el aumento de la población en Buenos Aires y la falta de espacios para seguir sepultando, surgió la necesidad de crear un cementerio. Esto ocurrió durante el gobierno de Martín Rodríguez, siendo uno de sus ministros, Bernardino Rivadavia, que paradójicamente no fue sepultado allí, sino que tiene su mausoleo en Plaza Miserere.
Más allá de cumplir su destino original, un lugar donde sepultar a los muertos, se fue convirtiendo con el correr del tiempo en el lugar elegido por la alta sociedad porteña, cuya costumbre era edificar imponentes bóvedas de variados estilos arquitectónicos, embellecidas con esculturas, vitrales. Pero lo más importante es que allí duermen su sueño eterno, varios presidentes, héroes de la Patria, destacados médicos, escritores y empresarios. Es realmente un Museo al Aire libre, visitado diariamente por miles de argentinos y turistas que van allí para revivir el pasado, parte de nuestra historia.
El Cementerio de Recoleta es uno de los importantes atractivos de nuestra ciudad y nos enorgullece su valor histórico y patrimonial.
Página Declarada de
Interés Cultural
(Legislatura CABA 512/2004)