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Como el tango Yira, yira

Caminando por el centro porteño, al dar vuelta en la esquina del cabildo, nos encontramos con un triste panorama: una parejita de jóvenes juntando cartones y sus dos criaturas, tal vez para que estuviesen protegidos mientras ellos realizaban las tareas de selección de cartones, permanecían dentro de un contenedor de basura

Como argentina, como madre o simplemente como ser humano, me causó un gran dolor pensar en la vida de esos chiquitos, tan expuestos a enfermedades que en su inocencia y alejados de la realidad que viven, jugaban "normalmente" dentro de ese foco infeccioso, mientras la gente pasaba por su lado y parecían no verlos, no conmoverse.

Me vino a la cabeza una estrofa del tango Yira-yira, escrita por Enrique Santos Discépolo en 1930 que se hacía realidad ante mis ojos:

Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

Nada se gana con darles una simple limosna, es necesario honrar la vida y que el corazón de nuestros gobernantes se sensibilice y piense en algo más que en planes trabajar. Como un deseo de Navidad, ojalá que se generen puestos de trabajo para que cada familia en situación de calle pueda acceder a tener lo necesario para vivir dignamente, para que los pequeños inocentes puedan crecer con la esperanza de un país mejor.

Esto no debería ocurrir, tenemos un país maravilloso y podría ser aún mejor si hubiese más manos que trabajen para su crecimiento y para lograr el bienestar que todos los argentinos merecemos.