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Los porteños pagan las consecuencias

Después de que el 3 de enero pasado, el gobierno nacional y el gobierno de la ciudad firmaron el acuerdo de traspaso del servicio de subterráneos al gobierno porteño, se estableció un plazo de 90 días de transición para instrumentar ese traspaso en forma completa y el gobierno de la ciudad aumentó el pasaje, generando todo tipo de quejas. A eso se sumaron las quejas de los usuarios que han manifestado que el servicio no cuenta con la ventilación adecuada y la falta total de limpieza tanto en andenes como en vagones, inseguridad absoluta ante los robos, múltiples matafuegos vencidos que no sirven para cubrir posibles riesgos y escaleras mecánicas y ascensores obsoletos, que no funcionan.

Por otra parte, es imposible recargar tanto la tarjeta Monedero como la SUBE, es decir que las largas colas que se vieron en distintos puntos de Buenos Aires para tramitar las mencionadas tarjetas, no sirvió de mucho.

La mayoría de los usuarios exigen que alguien se haga cargo y que el subte y el premetro dejen de ser un infierno para quienes los usan.

En las últimas semanas, sindicalistas se adueñaron de estaciones de subterráneos para reclamar un aumento del 28% en el salario básico, viáticos, el incremento por la antigüedad del 1.3% al 2% y el cambio de nivel salarial para el sector de boletería. Lo cierto es que los usuarios son los que pagan los platos rotos y se ven expuestos al patoterismo de quienes no solo liberan los molinetes sino que tratan mal a la gente y amenazan con pegarles.

Un señor de aproximadamente 80 años, se encontraba en la boletería de la Estación Pueyrredón, de la línea D, intentando recargar su tarjeta y ante la negativa del boletero, aunque el señor se iba a retirar de la ventanilla, se le acercó un sindicalista a decirle que "se las tomara o lo iban a cag.. a trompadas.

Otro jóven, había tomado el subterráneo a las 18.50 en Catedral, donde anunciaban por altavoces que a las 19, el subte se iba a detener en la estación donde arribara a esa hora, por las medidas de fuerza. El jóven descendió en la estación Pueyrredón y quiso recargar su tarjeta para poder tomar un colectivo, ya que no contaba con monedas para poder hacerlo, entonces recibió la misma respuesta del boletero, que no se la iba a recargar. El muchacho le explicó que él no tenía la culpa del conflicto y que necesitaba recargar la SUBE para poder continuar su viaje, pero le volvieron a responder lo mismo. Ya nervioso ante la situación le dijo al boletero: ¿cuál es el problema, tenés tendinitis? e inmediatamente, tres de los sindicalistas se acercaron a intimidarlo y decirle que se "rajara del lugar porque le iban a pegar". En el andén no había un solo policía que interviniese ante estas situaciones. Estamos en un estado de total indefensión y todos nos preguntamos: ¿Hasta cuándo?