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Durante estas fiestas, una de las atracciones para turistas y peatones que transitan por la Avenida de Mayo, es el imponente pesebre compuesto por 50 figuras de tamaño real que recrean el nacimiento de Jesús.
Se encuentra emplazado en Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña, en uno de los extremos de la Plaza. El lugar fue elegido por la Asociación Amigos de la Avenida de Mayo que desde hace varios años tiene como uno de sus objetivos, festejar la Navidad con toda la comunidad, compartiendo sus deseos de paz, unidad y felicidad, según dijo el presidente de la Asociación, Manuel Pérez Amigo. Además de disfrutar de las bellísimas esculturas, realizadas por el destacado escultor, Fernando Pugliese, también se pueden dejar cartas con pedidos de regalos para Papá Noel y los Reyes Magos.
Colaboraron en esta iniciativa la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) y la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba).
El pesebre, como indica la tradición, fue inaugurado el sábado 8 de diciembre, en coincidencia con el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María y permanecerá en exhibición hasta la festividad de Reyes, el 6 de enero próximo.
La tradición del pesebre la creó San Francisco de Asís, el santo de la humildad y de la pobreza, en la Navidad de 1223, en el pueblo de Greccio, Italia.
Francisco estaba débil y enfermo, y pensando que tal vez aquella sería su última Navidad en la tierra, quiso celebrarla de una manera distinta y muy especial.
Un amigo de Francisco, el señor Juan Velita, era dueño de un pequeño bosque en las montañas de Greccio, y en el bosque había una gruta que a Francisco se le parecía mucho a la cueva donde nació Jesús, en los campos de Belén, y que él había conocido hacía poco en su viaje a Tierra Santa.
Francisco habló con su amigo, le contó su idea de hacer allí un “pesebre vivo”, y juntos lo prepararon todo, en secreto, para que fuera una sorpresa para los habitantes del pueblo, niños y grandes.
Entre la gente del pueblo, Francisco y Juan escogieron algunas personas para que representaran a María, a José, y a los pastores; les hicieron prometer que no dirían nada a nadie antes de la Navidad, y, siguiendo el relato del Evangelio de San Lucas, prepararon la escena del nacimiento. ¡Hasta consiguieron un hermoso bebé para que representara a Jesús!
La noche de Navidad, cuando todas las familias estaban reunidas en sus casas, las campanas de la iglesia empezaron a tocar solas… ¡Tocaban y tocaban como si hubiera una celebración especial!… Pero nadie sabía qué estaba pasando… El Párroco del pueblo no había dicho que fuera a celebrar la Misa del Gallo… la Misa de Medianoche...
Sorprendidos y asustados a la vez, todos los habitantes de Greccio salieron de sus casas para ver qué estaba sucediendo... Entonces vieron a Francisco que desde la montaña los llamaba, y les indicaba que subieran donde él estaba.
Alumbrándose con antorchas, porque la noche estaba muy oscura y hacía mucho frío, todos se dirigieron al lugar indicado, y cuando llegaron quedaron tan admirados, que cayeron de rodillas, porque estaban viendo algo que nunca habían pensado poder ver. Era como si el tiempo hubiera retrocedido muchos años, y se encontraran en Belén, celebrando la primera Navidad de la historia: María tenía a Jesús en sus brazos, y José, muy entusiasmado, conversaba con un grupo de pastores que no se cansaban de admirar al niño que había acabado de nacer...
Después, cuando todos se calmaron, el sacerdote, que había sido cómplice de Francisco y de Juan Velita en aquel secreto, celebró la Santa Misa.
Tres años más tarde, Francisco de Asís murió, dejándonos esta hermosa costumbre de hacer el pesebre todos los años.
Página Declarada de
Interés Cultural
(Legislatura CABA 512/2004)