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Hace una semana, el Papa Francisco proclamó santos a Juan XXIII y Juan Pablo II. La ceremonia fue transmitida por televisión y además se realizaron misas en todo el mundo para celebrarlo.
Una de las Iglesias donde se ofició una misa muy especial fue la de Nuestra Señora de Belén y San Pedro González Telmo, en el barrio de San Telmo.
Allí el Padre Martín Calcarami ofició una emotiva ceremonia, a las 11.30 de la mañana y bendijo tres maravillosos cuadros pintados y donados por Martiniano Arce, el fileteador de Buenos Aires. Durante la ceremonia, el artista fue aplaudido por todos los presentes y recibió múltiples felicitaciones por la perfección de los retratos.
La vida del pintor, a quien hemos realizado varias notas, transcurre serenamente en su casa, en medio de un gran colorido que lo rodea, de filetes entrelazados, dragones, flores, que se aprecian por todos los rincones, no solo en sus bellos cuadros, donde una naturaleza muerta parece más viva que nunca, un escudo de Boca palpita con la pasión del hincha y dos ataúdes aguardan, sin prisa, para la partida en su nave espacial, que será el 14 de noviembre de 2046 (según decretó el propio Martiniano); también en los elementos cotidianos: las aspas de un ventilador, una computadora, un teléfono, llenan de vida esa casa.
Ahora, sus manos han sido bendecidas, seguramente por la fé religiosa que profesa, para que crearan esos tres cuadros dedicados al Papa Francisco y a los nuevos Santos: Juan XXIII y Juan Pablo II.
Ningún detalle quedó librado al azar, sus rostros son casi fotográficos y reflejan paz.
El del Papa Francisco lo muestra pleno, sereno y con un gesto de humildad que lo caracteriza. Aparece a la derecha de Francisco el escudo, en el que se observan los símbolos de la dignidad pontificia: la mitra entre llaves de oro y plata, entrelazadas por un cordón rojo, el emblema de la Orden de procedencia del Papa, la Compañía de Jesús, un sol radiante y llameante con las letras, en rojo, IHS, monograma de Cristo. Encima de la letra h se halla una cruz; en la punta, los tres clavos en negro. En la parte inferior se contempla la estrella y la flor de nardo. La estrella, según la antigua tradición heráldica, simboliza a la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia; la flor de nardo indica a san José, patrono de la Iglesia universal.
Por encima de la cabeza del Papa, se ve a la virgen de Luján (Patrona de la Argentina) y a la derecha de Francisco, el monograma de los jesuitas. También las cintas celestes y blancas (colores de nuestra bandera) y otras amarillas y blancas (colores de la iglesia). Debajo, el típico pedido de Francisco "Recen por mi".
Los otros dos cuadros muestran a quienes ya son santos, con sus rostros celestiales, pletóricos de paz. El de Juan Pablo II tiene dos palomas (símbolo del Espíritu Santo), también la virgen de Luján y entrelazadas en el filete parecen coronar el cuadro, azucenas (la flor de la virgen).
La pintura de Juan XXIII, recordado como el Papa Bueno, permite verlo rodeado de un filete dorado, con flores, que se asemejan a las aureolas que rodean generalmente la cabeza de los santos, pero en este caso enmarcan su figura, como ráfagas de luz que reflejan santidad.
Lo cierto es que en las Iglesias podemos encontrar imágenes de talla completa, otras de vestir, también las de tela encolada, pero solo en San Telmo podrán disfrutar del arte religioso y de estos tres Papas, de una manera diferente, pintados con ese filete porteño que es ícono de San Telmo, de los porteños y que lo pinta como nadie, el señor Martiniano Arce y lo ofrece generosamente para honrar a Dios y compartirlo con nosotros.
Susana Espósito - Noticia publicada el: 06/05/14 - 3660 caracteres
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