Conozca
|
www.conozcabuenosaires.com.arSe cumplen 20 años de la muerte de Dr. FavaloroEl sábado 29 de julio de 2000, los argentinos y gran parte del mundo lamentaron y lloraron la muerte del doctor René Favaloro. Se suicidó de un disparo al corazón, agobiado por la crisis que atravesaba su Fundación y decepcionado ante la falta de respuestas por parte de las autoridades y de los empresarios. Antes de tomar la trágica determinación de quitarse la vida, escribió algunas cartas a familiares, colaboradores y una a Fernando de la Rúa, que en ese momento era el presidente de la Nación. Fueron siete cartas, que dejó sobre la mesa del comedor. En el edificio de la calle Dardo Rocha 2965, en barrio Parque, donde se suicidó el cardiólogo, una joven vecina del piso de arriba (el tercero), escuchó un ruido raro, mientras se estaba bañando. Lo describió como el crujido de una lata al caer al piso y luego un golpe seco y corto. Eran las 16,30 y el ruido fue del disparo con el que se quitó la vida Favaloro y la caída de su cuerpo. En esa amarga despedida escrita antes de tomar la terrible decisión, explicaba sobre su desesperación y cansancio por su lucha (durante sus últimos 16 años) en la que reclamaba cooperación económica para solventar la Fundación que lleva su nombre. Incluso se hace algunas preguntas a las que no encontró respuesta y concluye sintiendo que "ser honesto en esta sociedad corrupta tiene su precio, a la corta o a la larga te lo hacen pagar". "Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga", redactó Favaloro en otro párrafo que bien podría haber escrito hoy, porque como la letra del tango Cambalache, aquellas apreciaciones fueron hechas sobre temas que aún tienen vigencia. ¿Quién fue René Favaloro? Nació en el barrio "el mondongo", en la ciudad de La Plata, el 12 de julio de 1923 y su nombre completo era René Gerónimo Favaloro. Cursó la primaria en una modesta escuela de su barrio, donde, con pocos recursos, se fomentaba el aprendizaje a través de la participación, el deber y la disciplina. Después de la escuela, pasaba las tardes en el taller de carpintería de su padre ebanista, quien le enseñó los secretos del oficio. Su abuela materna le transmitió su amor por la tierra y la emoción al ver cuando las semillas comenzaban a dar sus frutos. A ella le dedicaría su tesis del doctorado: “A mi abuela Cesárea, que me enseñó a ver belleza hasta en una pobre rama seca”. En 1936, después de un riguroso examen, Favaloro entró al Colegio Nacional de La Plata. Al finalizar la escuela secundaria ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata y en el tercer año comenzó las concurrencias al Hospital Policlínico y con ellas se acrecentó su vocación al tomar contacto por primera vez con los pacientes. Esas prácticas en el Hospital le valieron una preparación profesional de excelencia. También aprendió, en el trato con los pacientes, a respetarlos, escucharlos, como años después le inculcaría a los alumnos de su cátedra, a los que siempre manifestó que es fundamental el trato científico y humano, uno no puede separarse del otro, porque para la cura de una enfermedad, el contacto con el paciente, un abrazo, una sonrisa, también son métodos terapéuticos que contienen y acompañan en un tratamiento. En mayo de 1950 se instaló en Jacinto Aráuz-La Pampa, convocado por un tío, que le pedía si podía ir unos meses a cubrir el lugar del doctor Dardo Rachou Vega, el único médico de ese pueblo, que estaba enfermo y necesitaba viajar a Buenos Aires para su tratamiento. Favaloro aceptó, pensando que serían pocos meses, pero el médico falleció y Favaloro se quedó allí por 12 años y se sumó su hermano Juan José, también médico. Posteriormente viajó a Cleveland, Estados Unidos y trabajó primero como residente en la Cleveland Clinic y luego como miembro del equipo de cirugía. A comienzos de 1967, Favaloro comenzó a pensar en la posibilidad de utilizar la vena safena en la cirugía coronaria. Llevó a la práctica sus ideas por primera vez en mayo de ese año. La estandarización de esta técnica, llamada del bypass o cirugía de revascularización miocárdica, fue el trabajo fundamental de su carrera, lo cual hizo que su prestigio trascendiera los límites de ese país, ya que el procedimiento cambió radicalmente la historia de la enfermedad coronaria. Está detallado en profundidad en su libro Surgical Treatment on Coronary Arteriosclerosis, publicado en 1970 y editado en español con el nombre Tratamiento Quirúrgico de la Arteriosclerosis Coronaria. Hoy en día se realizan entre 600.000 y 700.000 cirugías de ese tipo por año solamente en los Estados Unidos. En 1971 decidió regresar a la Argentina, simplemente por amor a su país, ya que en Estados Unidos había alcanzado el reconocimiento de los más importantes especialistas médicos y comenzó a trabajar en la docencia, investigación y asistencia médica. La primera etapa en el Sanatorio Güemes y a mediados de la década del 70 comenzó a organizar la Fundación y en 1992 se inauguró en Buenos Aires el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro, entidad sin fines de lucro. Con el lema “tecnología de avanzada al servicio del humanismo médico” se brindan servicios altamente especializados en cardiología, cirugía cardiovascular y trasplante cardíaco, pulmonar, cardiopulmonar, hepático, renal y de médula ósea, además de otras áreas. Favaloro concentró allí su tarea, rodeado de un grupo selecto de profesionales. Lamentablemente, la situación del país, la política y los sindicatos, que tenían una importante deuda, hicieron que la Fundación no pudiera seguir funcionando como Favaloro hubiese querido. Eso también quedó claro en otro párrafo de su carta escrita antes de suicidarse, donde dice: ¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno! Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica. Lo mismo ocurre con el PAMI. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país. Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente). Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda. La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir 'no hay camas disponibles'. Nuestro juramento médico lo impide. Es una extensa carta, angustiante, en la que relata detalladamente cómo fue su lucha y la desilusión de no tener respuesta, finalizando en esa despedida escrita de la siguiente manera: "En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer". Joaquín V. González, escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: 'a mí no me ha derrotado nadie'. Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional. Hace pocos días fui incluido en el grupo selecto de las leyendas del milenio en cirugía cardiovascular. El año pasado debí participar en varios países desde Suecia a la India escuchando siempre lo mismo. '¡La leyenda, la leyenda!' Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga. Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz. Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata. No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía. El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano. Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad. Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así. En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta. (De hecho, la carta que había enviado al presidente de la Rúa, recién fue leída cuando se enteró del suicidio de Favaloro). "En la Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara". A mi familia en particular a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que llegué a los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco. Una vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa. Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles. Un abrazo a todos René Favaloro Susana Espósito - Noticia publicada el: Martes 28/07/20 - (Cantidad de caracteres: 10021) |
Página Declarada de
Auspiciada por: El Ministerio de Cultura del GCABA Res. 2027/2005 y la Subsecretaría de Turismo del GCABA Res. 065-SSTUR-07 |